30/10/10

(Cartas a Théo, Vincent Van Gogh)

Amsterdam, 3 de abril de 1878

He seguido reflexionando sobre el tema de nuestra conversación e involuntariamente he pensado en las palabras “somos hoy lo que éramos ayer”. Esto no significa que se deba marcar el paso y no tratar de desarrollarse, al contrario, hay una razón imperiosa para hacerlo y encontrarlo.

Pero para seguir fiel a esta palabra, no se puede retroceder, y cuando se ha empezado a considerar las cosas con una mirada libre y confiada no se puede volver atrás ni claudicar.

Los que decían: “somos hoy lo que éramos ayer” eran “hombres honrados”, lo que resulta claramente de la constitución que han redactado, que subsistirá en todo tiempo y de la cual se ha podido decir que había sido escrita “con el rayo de lo alto” y “un dedo de fuego”. Es bueno ser “hombre honrado” y tratar de serlo más y más, y se obra bien cuando se cree que es preciso, para ello, ser “hombre interior y espiritual”.

Si se tuviera la convicción de pertenecer a esta categoría, se avanzaría por el camino con calma y confianza, sin dudar del buen resultado final. Había un hombre que un día entro en una iglesia y pregunto: “es posible que mi fervor me haya engañado, que haya tomado el mal camino y que siga mal, ¡ay de mi! ¡Si me librara de esta incertidumbre y si pudiera tener la firme convicción de que terminare por tener éxito y vencer!” Una voz entonces le contesta: ”Y si tuvieras la certidumbre, ¿qué harías? Haz como si estuvieras seguro y no serás confundido”. El hombre entonces continuó su camino, ya no incrédulo sino creyente, y continuo la obra sin dudar ni vacilar más. Por lo que respecta a ser “hombre interior y espiritual”, ¿no se podría desarrollar este estado en uno mismo por el conocimiento de la historia en general y de personalidades determinadas de todos los tiempos en particular, desde la historia sagrada hasta la de la Revolucion, y de la Odisea hasta los libros de Dicken y Michelet? ¿Y no se podría sacar alguna enseñanza de la obra de hombres como Rembrandt o de Las malas hierbas de Breton, o Las horas de la jornada de Millet, o la Benedicite de De Groux o Brion, o El recluta de De Groux (o si no de Conscience), o Los grandes robles de Duprém o los molinos y las llanuras de arena de Michel?

Hemos hablado mucho de lo que es nuestro deber y cómo podríamos llegar a algo bueno, y hemos llegado a la conclusión de que nuestro fin en primer término debe ser el de hallar un lugar determinado y un oficio al cual podamos consagrarnos enteramente.
Y creo que estábamos igualmente de acuerdo sobre este punto, que hay sobre todo, que encarar el fin y que una victoria lograda después de toda una vida de trabajo y de esfuerzos vale más que una victoria lograda temprano.

El que vive sinceramente y encuentra penas verdaderas y desilusiones, que no se deja abatir por ellas, vale más que el que tiene siempre viento en popa y que solo conocería una prosperidad relativa. Porque en quienes se comprueba de la manera más visible un valor superior son aquellos a quienes se aplican las palabras: “Trabajadores, vuestra vida es triste; trabajadores, vosotros sufrís en la vida; trabajadores, vosotros sois felices”, son aquellos que llevan estigmas de “toda una vida de lucha y de trabajos sostenida sin doblegarse jamás”. Es necesario hacer esfuerzo para semejarse a ellos.
Avanzamos entonces sobre nuestro camino indeffesi favante Deo.

En lo que me concierne , debo tornarme un buen predicador, que tenga algo bueno que decir y que pueda ser útil en el mundo, y tal vez me convendría conocer un periodo de preparación relativamente largo que quedara sólidamente confirmado en una firme convicción antes de ser llamado a hablar a otros… Desde el momento en que nos esforzamos en vivir sinceramente, todo será para buen fin, hasta si debemos inevitablemente tener penas sinceras y verdaderas desilusiones; cometeremos probablemente también gruesas faltas y haremos malas acciones, pero es verdad que es preferible tener el espíritu ardiente, aunque se deban cometer más faltas, que ser mezquino y demasiado prudente. Es bueno amar tanto como se pueda, porque ahí radica la verdadera fuerza, y el que mucho ama realiza grandes cosas y se siente capaz, y lo que se hace por amor está bien hecho. Cuando quedamos impresionados por uno u otro libro, por ejemplo, tomando al azar: La golondrina, La alondra, El ruiseñor, Las aspiraciones de otoño, Veo desde aquí una señora, Amaba esta pequeña ciudad singular, de Michelet, es porque estos libros han sido escritos con el corazón, en la simplicidad y la pobreza del espíritu. Si se tuvieran que pronunciar algunas palabras pero con un sentido, sería mejor que pronunciar muchas que no serian más que sonidos huecos y no costaría nada pronunciarlas por la escasa utilidad que tendrían.
Si se continúa amando sinceramente lo que es en verdad digno de amor y no se derrocha el amor en cosas insignificantes y nulas e insípidas, se lograra, poco a poco, mas luz y se llegara a ser más fuerte.

Cuanto más rápido trata de distinguirse uno en el dominio de alguna actividad y en algún oficio, y se adopta una manera de pensar y de obrar relativamente independiente, y más se sujeta a reglas fijas, más firme se hará el carácter y no habrá por ello que sentirse disminuido.

Hacer esto es de sabios, porque la vida es corta y el tiempo pasa ligero; si nos perfeccionamos en una sola cosa y la comprendemos bien, adquirimos por añadidura la comprensión y el conocimiento de muchas otras cosas.

A veces conviene ir hacia el mundo y frecuentar a los hombres, pues uno se siente allí obligado y llamado, pero el que prefiere permanecer solo y tranquilamente en la obra y solo quisiera tener muy pocos amigos, es el que circula con más seguridad entre los hombre y en el mundo. No hay que fiarse jamás del hecho de no tener dificultades y preocupaciones y obstáculos de ninguna naturaleza, pero no hay que hacerse la vida demasiado fácil. Y hasta en los ambientes cultivados y en las mejores sociedades, y en las circunstancias más favorables, hay que conservar algo de carácter original de un Robinson Crousoe o de un hombre de la naturaleza, jamás dejar apagar el fuego de su alma sino avivarlo. Y el que continua guardando la pobreza para sí y la ama, posee un gran tesoro y oirá siempre con claridad la voz de si conciencia; el que escucha y sigue esa voz interior, que es el mejor don de Dios, concluirá por encontrar en ella un amigo y no estará jamás solo…

Que este allí nuestro destino, muchacho, que tu camino sea prospero y que Dios este contigo en todas las cosas y te haga triunfar, es lo que te desea con un cordial apretón de manos en tu partida, tu hermano que te quiere,
Vincent.



Descanso de medio día del trabajo

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