16/05/18

Mi sagrado femenino

Toda la vida me he sentido (y me han hecho sentir) como bicho raro, como loca, incluso como inútil. A veces lograban convencerme, a veces no. (Debo dar gracias al Universo porque me ha hecho de corazón blando pero fuerte). Creo que una de las consecuencias de tanta discriminación ha sido, para mí, la protección con barreras del corazón y  de la psique. 
Hasta donde entiendo y conozco, este es un mecanismo normal del Ser humano, disfrazarse para encajar, disfrazarse porque el castigo duele mucho, disfrazarse  porque si no, no comes.
Antes no entendía el porqué, pero conforme me he ido sumergiendo en el mundo de la magia y la ciencia de la magia he ido entendiendo que mi rareza me hace única y que mi Ser biológicamente capaz de dar y crear Vida tiene mucho que ver.

Ya desde los nueve años empieza mi viaje hacia la resurrección del sagrado femenino. A los nueve años tuve mi primera menstruación. 
Recuerdo aun que mi sensación fue de sorpresa y preocupación. Sobre todo porque pensé que mi mamá me iban a regañar por haber manchado el calzón. Nadie me había explicado nada, ahí estaba yo asustada en mi cuarto, pensando en el regaño de mi mamá, tratando de entender (sin saber nada) lo que me había pasado. Llegó mi mamá y me felicito y me explico, no recuerdo haber entendido bien. Siempre faltaron muchas piezas en el rompecabezas de la sexualidad. Siempre hasta ahora. 
Conociendo las razones de la mancha en mi calzón, tuve entonces la consciencia de que existían dos géneros diferentes; mujer y hombre. Y en esas clasificaciones, yo entraba en la del género que es capaz de dar y crear Vida. 
Mi mamá me explico lo poco que ella entendía. A ella le enseñaron a rechazar eso, esa sangre, ese instinto. Así le enseño mi abuelita, y así le enseñaron a ella también. 
Crecí y me salieron los senos y los pelos en el pubis, en las axilas. Crecí imitando el rechazo que me enseñaron a tenerle a mi menstruación, crecí imitando el rechazo a todo lo profundo femenino y salvaje, así fui sintiéndome cada vez más rara, cada vez mas amurallada. 
Creció tanto la muralla que dejé der ver lo que afuera pasaba. Y me aislé. Pero paso algo que no sospechaba, me conocí, poco a poco me re-conocí.  Y en ese reconocimiento me ame, y me ame aislada, porque afuera dolía. Re-conocida aprendí a sanarme eso que me dolía. Sane lamiéndome mis propias heridas;  viéndolas, percibiéndolas y lamiéndolas. Crecí, crecí y aprendí.
No fue hasta entrados mis 20’s que empecé a darle nombre a eso que buscaba, a eso que hacia instintiva y salvajemente; magia, ciencia de la energía, ciencia del cuerpo-mente-espíritu-corazón. 
Aun ignoraba el papel de mi útero en todo esto. Aun maldecía los dolores y calambres mensualmente puntuales. Aun ignoraba que una de mis más grandes heridas yacía en lo profundo de eso que rechazaba.
Nunca deje de sanar. 

Mi Ser es poeta sanadora, y uso el arte como herramienta. Por eso siempre llegaron a mi  vida personas con magia, personas con sentidos y talentos especiales, sanadoras y sanadores, artistas y poetas, filósofos y locos. Y mi mejor escuela ha sido siempre el dialogo sincero y profundo. 
Así supe nombres y clasificaciones, técnicas y espíritus, parafernalias y esencias. Así hablando supe, pero también supe sintiendo (siempre se sabe mas solo sintiendo). Supe además gracias a mi sed de conocer  y a la tecnología (internet específicamente). Soy una amante del conocimiento empírico. Instinto salvaje supongo… 
Entre tanto personaje aprendí más de afuera. Las heridas parecíamos compartirlas entonces esos personajes se volvieron espejos, y me volví a ver. Me volví a ver y re-conocer.  

Llegó el feminismo y mi primera copa menstrual. Y así la vida nunca volvió a ser igual.
Al feminismo lo cuestione por el simple hecho de ser un “ismo” (otra escusa para seguir dividiéndonos). 
Entendí la importancia del empoderamiento femenino; entendí la importancia de transformar un mundo sin locura y sin ternura a un mundo de colores y lleno de abrazos y caricias. A los “ismos” no los entiende ni siente la Tierra, las consecuencias tal vez, las consecuencias de nuestras acciones  humanas.
Si he de clasificarme en una ideología seria la humanista. Pero ni aun así; hay momentos en los que me gustaría más ser una animal. Ellos no razonan pero tampoco destruyen su hogar por pura vanidad...

Llego el feminismo y una nueva era; una era de cambios profundos. Llego mi copa menstrual y llego mi conexión salvaje con mi sangre y con la sangre de mi sangre. 
En algún momento el ecofeminismo me hizo parar de nuevo las orejas al discurso contemporáneo, pero mi problema con los “ismos” sigue siendo el mismo.  
Seguí oliendo y lamiendo, solo que ahora sabía que además, podía  ofrendar mi sangre. Y sane mas, de una manera profunda, como nunca antes, y crecí mas, de una manera profunda como nunca antes. 
El rechazo se transformo en asombro, en curiosidad, en ternura, en instinto, en amor.
Y entonces mi herida se me rebeló, mi herida y la de mi mamá y la de la mamá de ella. 
Y entonces poco a poco voy armando el rompecabezas y amándome más, conociéndome de una manera más profunda que nunca, sanando de una manera más profunda que nunca, cambiando, transformándome con la Luna, botando las murallas para correr al mar, a sumergirme en las olas, botando las murallas para ver la Luna y aullar mi profunda y sagrada canción femenina.